Me paro y observo, necesitaba
respirar por un momento, tal vez duró días o semanas, lo cierto es que perdí la
cuenta.
El torbellino de pensamientos hacía que ni yo
me entendiera, como una tormenta de esas que dan miedo, las ideas golpeaban
contra las ventanas de mis sentimientos, azotándolos con una fuerza huracanada
de pensamientos desordenados, quise bajar persianas, correr cortinas y no
verlo, pero aun sin verlo era imposible no sentir el frío de todas esas
emociones.
Siempre hay alguien que te
entiende, que te dice que no te preocupes, que el sol volverá a brillar, y que
poco a poco te acostumbraras a esas tempestades que por otra parte son
necesarias.
También hay quien no lo entiende, y no puedo reprocharles
nada, pues en circunstancias parecidas yo seguro también hice lo mismo.
Pero es cierto que el viento
amaina, que las gotas que corren por mi interior dan paso a rosales sin
espinas, y todo empieza de nuevo a fluir, pero esta vez estoy avisada, que cada
cosa tiene un después, que cada acto tiene unas consecuencias y que yo seré la primera en sentirlo incluso traspasando mi
piel, que vivir es escoger, tomar decisiones y también equivocarse, y que todo
eso al fin y al cabo es aprender.
Mi suerte es teneros a pesar de
mis errores, mi suerte es conocer a personas que me acepten como soy, que son
capaces de ver en mí incluso más allá de lo que yo veo, mi suerte fue encontraros,
mi deseo es cuidaros y conservaros.