Observo sus paredes descascarilladas por el paso del
tiempo,
rondo su exterior durante días
sin saber cómo acceder a su interior,
pasa el tiempo hasta que encuentro la entrada.
Estaba justo ahí,
pero el miedo me cegaba.
Respiro hondo y entro,
su interior está falsamente ordenado,
miro hacia los lados sin saber por dónde empezar,
dónde es el sitio exacto donde va cada cosa,
que sobra y que es imprescindible de verdad.
Me siento en un pequeño sofá,
me limito a observar,
permanezco inmóvil por un tiempo indefinido.
Mi mente se agota y busca distracciones,
algo que excuse emprender mi movimiento…
…me aburro de esas excusas…
Fuera se suceden cosas que me llevan a mirar por las
ventanas,
me duele lo que ocurre fuera,
observo y siento cada cosa que veo.
El viento que golpea las paredes me despeina,
la lluvia que cae sobre los cristales me moja,
el sol que calienta los muros me quema,
el frío que hiela la entrada me hace temblar.
Nada pasa… o tal vez sí…
…Hacer o no hacer solo depende de mí…
Y sin saber por qué pienso que...
Yo estoy
dentro,
todo lo
demás esta fuera,
dejarlo entrar
solo depende de mi.
Y me doy
cuenta de…
Que he
dejado entrar tantas cosas que no me pertenecían…
que cada
cosa que esta fuera de lugar
las movió
ese viento, esa lluvia, ese frío…
las moví yo
porque los hice míos,
Y algo se
rompe en mi interior,
Pues esta es
mi casa
y no he
cuidado de ella,
tengo mucho
que hacer,
Y sobre todo
dejar fuera lo que no es mío…
No hacer mío
lo que no me pertenece,
Sacar la
basura cada día
Y dejar
entrar en mi templo...
... Solo aquello
que no me rompa por dentro.
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